martes, octubre 09, 2007

Las imágenes del Che

El pasado 7 de octubre se cumplieron 40 años de la muerte de Ernesto Guevara, por tal motivo nos pareció pertinente recopilar unas notas que alguna vez escribió Horacio Elsinger (filosofo, periodista, docente universitario, http://horacioelsinger.blogspot.com), en medios gráficos de San Miguel de Tucumán, hace ya 10 años, se trata de notas publicadas para la revista Zona D, publicación de Diseño y Comunicación y el semanario El Periódico de Tucumán.
El material que compartimos es un análisis de las famosas fotografías de dos momentos clave: la de un acto en homenaje a víctimas de un atentado, en Cuba, obtenida por Alberto Díaz Gutierrez "Korda", fotógrafo personal de Fidel Castro y luego reproducida en póster por el editor italiano Feltrinelli, considerada la foto más reproducida de la historia, y las fotos del guerrillero muerto en un hospital en Vallegrande, Bolivia, obtenidas por Freddy Alborta, fotógrafo del presidente Alberto Paz Estenssoro, y vendidas a UPI (United Press Internacional) que luego las hizo circular anónimamente.
La nota se divide en dos, primero se describe el itinerario heroico de Guevara, y luego, la narración que los mass media hacen del mito de la muerte del célebre guerrillero, la cual entregaremos en una segunda entrega de _CV.

Dos fotos del célebre guerrillero juegan un papel decisivo en la construcción de su imagen mítica. En ambos caso el azar intervino a favor.



Desde un principio los pasos de Ernesto Guevara describen el itinerario clásico del héroe. Un joven abandona su hogar y parte en un viaje de aventura y conocimiento. El territorio a conocer es América latina. La historia parece estar esperándolo. En 1953 asistirá sucesivamente a los procesos revolucionarios que tienen lugar en Bolivia y Guatemala. Luego, en 1955 tendrá lugar el decisivo encuentro con Fidel Castro. De ahí Sierra Maestra, el combate, el triunfo, la gloria.
Sin duda Guevara era un hombre con destino de héroe. ¿Pero en qué momento se convirtió en un mito? Es difícil precisarlo. Quizás cuando renuncia al gobierno en Cuba en 1965 para continuar la revolución en otras tierras. Antes de eso Guevara era el dirigente de una revolución triunfante que se había distinguido por su inteligencia y valor, un hombre que aunaba en su persona acción y reflexión. Podía, si quería, dormirse en los laureles. Sin embargo Guevara renuncia al poder y a los privilegios que éste otorga para arriesgar su vida en nuevos combates.
A partir de ahí su vida entró en el misterio. Nadie sabe dónde se encuentra. Algunos se preguntan si está vivo. Las más diferentes versiones se tejen sobre su suerte. Los gobiernos creen verlo detrás de cada estallido insurgente que se produce en el continente. Un fantasma recorre América Latina.
A principios de 1967 los diarios informan que se encontraría en Bolivia al mando de un grupo de guerrilleros. Pero no hay pruebas fehacientes de su presencia. Hasta que un día llega la noticia. El Che ha sido muerto en la selva boliviana. La gente se muestra entre sorprendida e incrédula. No es el Che, es un doble, dicen. Sus ejecutores también dudan, por eso le cortan las manos para que lo identifique la policía federal argentina. Junto con la noticia de su muerte llegan las fotos de su cadáver. Su cuerpo de una delgadez extrema yace tendido sobre una batea de cemento en el hospital de Vallegrande. En su torso desnudo pueden apreciarse los signos del martirio; el asma, el hambre, los balazos finales. Sin embargo su rostro luce claro y sereno. La muerte ha dulcificado sus facciones: tiene los ojos entreabiertos y lo ilumina una leve sonrisa. Algunos opinan que si los militares bolivianos se hubiesen dado cuenta que el Che muerto se parecía a Cristo no hubiesen dado a conocer las fotos.



Pero una vez más en la historia del Che una serie de circunstancias se confabularon para ayudar a la construcción de su imagen mítica. Los militares bolivianos estaban obligados a mostrar las fotos para probar que el Che estaba muerto: en ese afán peinaron sus cabellos y limpiaron su rostro. Si el Che muerto se parecía a Cristo, sólo le faltaba resucitar. Y lo hizo. Al poco tiempo de su ejecución comenzó a aparecer presidiendo las movilizaciones populares en distintas partes del mundo. Guevara volvía de la muerte con una imagen juvenil, de boina y con una mirada soñadora. El prodigio había comenzado a gestarse en 1960 en La Habana cuando Alberto "Korda" le sacó por casualidad la foto que lo inmortalizaría (una vez más el azar).
Desde su muerte su sobrevida icónica no se detendrá. Su imagen proliferaría asociada a un conjunto de ideas simples pero contundentes: el sacrificio por un ideal, la lucha
de los países pobres contra los poderosos, el compromiso con los oprimidos.

Horacio Elsinger
Publicada en el semanario “El Periódico” de Tucumán, el 5 de octubre de 1997

2 comentarios:

Tucumán Ambiental dijo...

Aguante el camarada Elsinger!!!
Jade

Tucumán Ambiental dijo...

Aguante el camarada Elsinger!!!
Jade